¿Qué podemos aprender del coronavirus? ¿Y por qué el año 2020 es tan importante para el clima?

Image
Empty street

Tomar la decisión de posponer la conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático (COP26) para el 2021 fue complicado pero necesario. La idea de seguir programando una reunión que iba a congregar a muchos miles de personas durante dos semanas en Glasgow en noviembre de este año, con una pandemia mundial que se da una vez cada siglo, impone limitaciones en los viajes y cada día se cobra miles de vidas, resultaba sencillamente imposible.

El Gobierno del Reino Unido también debía acometer la labor extremadamente difícil de movilizar a tiempo a los Gobiernos de otras partes del mundo para obtener un resultado satisfactorio en Glasgow, en vista de las emergencias económicas y de salud pública sin precedentes que estaban –y todavía están– encarando.  

Dos crisis simultáneas

El mero hecho de hablar del cambio climático en estos momentos de pandemia podría parecer desconsiderado. Sin embargo, es vital que lo hagamos por dos razones. En primer lugar, porque el clima no espera a nadie: los impactos del calentamiento constante (inclusive en la salud pública) seguirán aumentando a la par de la urgencia con la que debemos actuar.

En segundo lugar, porque es precisamente en medio de una crisis mundial, que hace que vivamos en carne propia las realidades diarias que implica el enfrentarnos a una pandemia, cuando podemos aprender lecciones para orientar nuestra respuesta a la crisis mundial simultánea del cambio climático.

Naturalmente, todavía es demasiado pronto para sacar conclusiones definitivas. Sin embargo, una evaluación inicial sugiere que la pandemia de coronavirus puede enseñarnos una serie de cosas:

  • la necesidad de apertura y transparencia;
  • la importancia de los datos de calidad;
  • la velocidad con la que la gente puede cambiar conductas y la industria puede reconvertirse;
  • la necesidad de apoyar a las personas y empresas durante la transición económica; y 
  • la importancia de la colaboración internacional, sustentada por el respaldo a los países más pobres del mundo, para asegurar que la solución sea de carácter permanente.  

Sin duda, surgirán otros aprendizajes. Pero quizás la lección más importante de la pandemia de coronavirus se refiere a la previsión. Lo que nos enseña sin duda es que no podemos permitirnos ignorar los criterios de la ciencia o los expertos acerca de los riesgos a los que se enfrentan nuestras sociedades, ni esperar a que los problemas nos afecten para entrar en acción.  

Es hora de responder al riesgo

Los Gobiernos mantienen registros de riesgos desde hace muchos años, y el riesgo de una pandemia mundial estaba incluido y clasificado como uno de baja probabilidad pero con un impacto potencialmente muy elevado. En este momento, todos estamos experimentando las consecuencias de las respuestas de los diferentes Gobiernos a este riesgo.  

El cambio climático es un riesgo de alto impacto y alta probabilidad. Durante los últimos 40 años, los científicos nos han alertado con creciente contundencia de los impactos que enfrentaríamos si nuestro planeta sufriera un recalentamiento causado por la actividad humana. No obstante, el cambio climático encierra un reto especialmente arriesgado porque se trata de una catástrofe a cámara lenta: para cuando realmente se perciban los peores impactos, ya será demasiado tarde. Es más, a diferencia de las pandemias, sus efectos más generalizados en la sociedad, en nuestras economías y en nuestros paisajes naturales y ecosistemas probablemente serán irreversibles, al menos durante siglos o milenios. Nadie volverá a ver el mundo como era anteriormente. Y es por esto que este año es tan determinante.  

Las crecientes aspiraciones nacionales

Los Gobiernos tienen una oportunidad trascendental de reconocer los riesgos que implica el cambio climático y de actuar rápidamente para contenerlos. El Acuerdo de París estipula que los Gobiernos deben presentar una versión actualizada de sus Contribuciones determinadas a nivel nacional (Nationally Determined Contributions o NDC), antes de finalizar el 2020, para que respondan más acertadamente a los requisitos de la ciencia. El Acuerdo de París no deja lugar a dudas acerca de su significado. Al firmarlo, los Gobiernos asumieron el compromiso de reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático, «manteniendo el aumento promedio de la temperatura mundial muy por debajo de los 2 °C por encima de los niveles preindustriales y realizando esfuerzos por limitar el incremento de la temperatura a 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales».

En general, se estima que las NDC actuales solo mantendrían el aumento de la temperatura mundial promedio alrededor de los 3 °C. El mismo Acuerdo de París indica que se «necesitarán esfuerzos mucho mayores de reducción de las emisiones».  

Sin embargo, los indicios iniciales no son alentadores. Japón y Suiza enviaron recientemente NDC que siguen prácticamente iguales. No podemos permitirnos que otros Gobiernos sigan su ejemplo. Este es el año en que todos los Gobiernos deben aumentar las aspiraciones de sus compromisos nacionales en línea con lo que la ciencia nos dice que es necesario hacer.

¿Qué está en juego?

Merece la pena recordar por qué es tan importante limitar el aumento de la temperatura a 1,5 °C. Antes del inicio de la pandemia de coronavirus, los titulares de nuestros periódicos estaban dominados por artículos de incendios sin precedentes en Australia, ciclones en el sudeste asiático e inundaciones en el Reino Unido, que causaron una devastación que afectó a un gran número de personas y destruyeron sus hogares, sus medios de vida y la fauna y flora a una escala aterradora.  

Las temperaturas promedio de la tierra han aumentado aproximadamente 1 °C por encima de los niveles preindustriales y, aunque no es posible atribuir ningún evento climático específicamente al cambio climático, sabemos que las probabilidades de que ocurran estos eventos aumentan significativamente a raíz de él. Por ejemplo, los científicos ya han llegado a la conclusión de que el cambio climático aumentó la probabilidad de que se produjese la temporada de incendios de Australia, que dañó 18 millones de hectáreas como mínimo en un 30 %. Si estos son los tipos de impactos que observamos ahora debido a un calentamiento de 1 °C, dejar que siga subiendo la temperatura aumentará significativamente los riesgos.  

El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre Cambio Climático (Intergovernmental Panel on Climate Change o IPCC) concluye que incluso permitir que el calentamiento global aumente 2 °C por encima de los niveles preindustriales en vez de 1,5 °C aumentaría el número de personas expuestas a los riesgos relacionados con el clima y susceptibles de vivir en la pobreza en hasta varios cientos de millones para el año 2050.

Y esto es lo que está en juego. Para tener éxito en la contención del aumento de la temperatura promedio de la tierra a no más de 1,5 °C por encima de los niveles preindustriales, el IPCC indica que las emisiones mundiales de CO2 causadas por el hombre deberán reducirse en torno al 45 % respecto de los niveles de 2010 para el año 2030, alcanzando las emisiones netas iguales a cero para 2050. Este objetivo requerirá transiciones rápidas en una escala sin precedentes en las energías, los terrenos, el transporte, la infraestructura de los edificios y los sistemas industriales, junto con un grado significativo de aplicación de medidas de eliminación del dióxido de carbono (como por ejemplo, la reforestación, el secuestro del carbono en el suelo y la captura de aire directo y almacenamiento de carbono), impulsadas por un amplio espectro de políticas de atenuación y un enorme aumento de las inversiones.  

Cada año cuenta

Tenemos 10 años para reducir las emisiones mundiales prácticamente a la mitad. Es por eso que cada año cuenta. No podemos desperdiciar ninguno para confrontar este reto y, especialmente, no podemos desperdiciar este año.  

Lógicamente, los Gobiernos están centrados en combatir la pandemia de coronavirus, que ha puesto claramente de manifiesto la importancia de evaluar y mitigar los riesgos adecuadamente.  

Los Gobiernos no deberían escatimar recursos para incrementar la aspiración de sus compromisos nacionales para contener el cambio climático y asegurar que los vastos recursos que están inyectando en sus economías también financien la necesidad de reducir las emisiones mundiales a la mitad en los próximos 10 años y de ayudar al planeta a alcanzar las emisiones netas iguales a cero para el año 2050.  

Este es el momento de asegurar que los tres mil millones de dólares propuestos para rescates se estructuren de tal modo que transformen a los sectores que están salvando, no solo impulsando los negocios para que sigan funcionando igual que antes, lo que únicamente hará aumentar los riesgos y los costes.  

Este también es el momento de desarrollar un Plan Marshall verde para garantizar que los países en desarrollo puedan hacer lo mismo, porque ni los virus ni las emisiones respetan las fronteras y, a menos que todos los países actúen, no habremos resuelto el problema.  

Fundamentalmente, el coronavirus ha demostrado con absoluta claridad que la negación y las demoras son mortales. Aprovechemos esta oportunidad de aprender y actuar.  

Las primeras lecciones aprendidas de la pandemia del coronavirus que impulsan la acción para enfrentar el cambio climático

Apertura y transparencia

El caso del COVID-19 nos ha revelado la importancia de comunicar con veracidad y frecuencia el progreso de la enfermedad y qué deben hacer los ciudadanos y las empresas.  

Los Gobiernos tendrán que hacer algo parecido respecto del cambio climático a fin de lograr la movilización de los esfuerzos necesarios en todos los estratos de la sociedad. También tienen que ser transparentes los unos con los otros sobre las acciones que están emprendiendo para combatir esta amenaza común: las acciones deben informarse, vigilarse y verificarse. Las empresas también tienen que ser transparentes con sus inversores y clientes sobre los riesgos a los que se enfrentan y sus medidas de atenuación, además de las oportunidades.

Datos fiables y accesibles

El acceso a datos –por ejemplo, sobre las pruebas, el rastreo y tratamiento– es de fundamental importancia para el esfuerzo mundial a fin de gestionar la pandemia. Abordar el cambio climático eficazmente también requiere el acceso a datos fiables sobre las emisiones –a nivel de país, empresa, hogar y hasta producto– para tomar decisiones informadas y priorizar los esfuerzos.

El ritmo de cambio

Abordar el cambio climático eficazmente requiere cambios enormes en el modo en que producimos y utilizamos las energías, viajamos, comemos y vivimos nuestras vidas. Hasta ahora, se suponía que estos cambios solo podían producirse lentamente. La pandemia ha demostrado que esto no es necesariamente así. Algunos de los cambios – como el de trabajar desde casa y usar videoconferencias en lugar de viajes internacionales – aportan beneficios climáticos obvios que podrían y deberían mantenerse después de la pandemia.

Entretanto, la rápida reasignación de la actividad productiva – de fabricar aviones a respiradores o de fabricar desde ropa de lujo hasta batas hospitalarias– demuestra el potencial para que las industrias intensivas en carbono también se reconviertan rápidamente, reasignando habilidades, por ejemplo, de la exploración petrolera mar adentro a la construcción de instalaciones eólicas marinas.

Soporte durante la transición

Los Gobiernos de todas partes del mundo están proporcionando billones en ayuda financiera para las empresas y personas especialmente afectadas por la pandemia. La transición hacia una economía con emisiones netas iguales a cero creará enormes oportunidades y, al mismo tiempo, tendrá repercusiones difíciles para algunos sectores. La crisis actual pone de relieve la importancia de una transición justa para los sectores expuestos que permita que las fuerzas laborales que emplean reciban apoyo durante los períodos de cambio y emerjan con éxito.

Colaboración global  

La coordinación a nivel mundial en respuesta a la actual crisis sanitaria global ha brillado por su ausencia. A menos que haya un cambio en este sentido y que se proporcione soporte a los países más pobres del mundo para que actúen para contenerlo, la amenaza que representa el virus no desaparecerá nunca, vivamos donde vivamos. Lo mismo es aplicable al cambio climático. Es vital que los Gobiernos aprovechen todas las oportunidades de coordinar las acciones y de brindar apoyo multilateral a los países en vías de desarrollo. En el pasado, los Gobiernos asumieron compromisos (como, por ejemplo, el compromiso de proporcionar a los países en desarrollo 100 mil millones de dólares al año en financiación climática para el año 2020). Estos compromisos deben cumplirse y la acción global debe intensificarse.